Comprendiendo la diversidad: Trastorno del Espectro Autista

Share on facebook
Share on twitter

Como seres humanos y sociales que somos, la diversidad es una marca de nuestra especie, una marca que nos engrandece y nos hace únicos, que nos diferencia del resto y nos enriquece a partes iguales.

Desde Únicos trabajamos con esta diversidad a diario, es nuestro motor y nuestra ilusión, acompañar a las familias en su proceso, hacer de la diversidad una riqueza y enseñar a los niños y sus familias a verlo y aceptarlo, concienciar a la sociedad de las virtudes de ser diferente y normalizar este concepto tan poco comprendido.

Por ello queremos abrir una serie de entradas, vídeos y recursos sobre la diversidad que compartiremos con todos vosotros a través de nuestras redes y en nuestros centros de Coruña y Oleiros.

Hoy le toca el turno a un trastorno tan amplio como diverso: Los Trastornos del Espectro Autista, un gran desconocido todavía para muchos.

¿Qué entendemos por TEA?

Se define como un trastorno del neurodesarrollo con una fuerte base genética que desde una edad temprana se manifiesta con síntomas relacionados con la interacción social, la comunicación y las dificultades en la flexibilidad cognitiva y conductual.

¿Qué signos de alarma nos pueden indicar su existencia?

Ninguna persona es igual que otra, pero entre los signos de alarma más frecuentes estarían el escaso contacto ocular, la dificultad para señalar en la demanda de objetos, la falta de interés por juegos compartidos, la falta de atención conjunta, la falta de interés por otros niños y el escaso reconocimiento de emociones, la falta de lenguaje o las regresiones en el mismo, juegos repetitivos, hipersensibilidad o escasa aceptación de cambios.

El grado, la forma, edad y situación de cada persona va a determinar las características de cada uno, no hay un TEA igual que otro, al igual que no hay dos personas iguales.

¿Cuáles son las características más llamativas?

Si las diferenciamos por áreas, de manera que nos facilita la comprensión, podemos definir algunas de ellas:

En el área de la comunicación:

  • Formar líneas con juguetes u otros objetos
  • Jugar con los juguetes de la misma manera repetidamente
  • Mostrar interés por ciertas partes de los objetos, por ejemplo, las ruedas de los coches de juguete. Es común que tiendan a darles la vuelta a los juguetes.
  • Muy organizados y rígidos. Les cuesta aceptar los cambios en la rutina
  • Intereses obsesivos
  • Necesidad de seguir determinadas rutinas
  • Movimientos repetitivos o conductas estereotipadas: Aleteo con las manos, mecerse, girar en círculos, apagar y encender la luz… Estas conductas repetitivas les sirven como autoestimulación y les ayudan a regularse.

Las personas con TEA pueden tener dificultades para usar y comprender los gestos, el lenguaje corporal o el tono de voz. Por ejemplo, pueden no comprender qué significa decir adiós con la mano. Es posible que las expresiones faciales, los movimientos y los gestos no coincidan con lo que están diciendo.

En el área conductual:

  • Formar líneas con juguetes u otros objetos
  • Jugar con los juguetes de la misma manera repetidamente
  • Mostrar interés por ciertas partes de los objetos, por ejemplo, las ruedas de los coches de juguete. Es común que tiendan a darles la vuelta a los juguetes.
  • Muy organizados y rígidos. Les cuesta aceptar los cambios en la rutina
  • Intereses obsesivos
  • Necesidad de seguir determinadas rutinas
  • Movimientos repetitivos o conductas estereotipadas: Aleteo con las manos, mecerse, girar en círculos, apagar y encender la luz… Estas conductas repetitivas les sirven como autoestimulación y les ayudan a regularse.

Otros síntomas

  • Hiperactividad motora, impulsividad
  • Dificultades de concentración
  • Agresiones, autolesiones
  • Explosiones de enfado o berrinches
  • Hábitos de alimentación o sueño poco habituales. Pueden rechazar determinados alimentos por el olor, la textura…
  • Reacciones emocionales poco habituales, por ejemplo, reírse o llorar en momentos en los que no se espera.
  • Miedos irracionales o ausencia de miedo.
  • Reacciones poco habituales al sonido, al olor, al gusto, al tacto… Por ejemplo, es posible que tengan poca reacción o una reacción exagerada al dolor o a un ruido fuerte.

Recordad que ésto son sólo características necesarias para que los profesionales delimiten los diagnósticos pero no debemos tomarlas un autodiagnóstico ni como algo estable.

¿Cuándo podemos darnos cuenta?

Las manifestaciones del trastorno suelen ponerse de manifiesto en los primeros años de vida y variarán en función del desarrollo y la edad cronológica de los niños.

¿Qué hacer si detectamos algunos de estos síntomas o tenemos sospechas?

Lo primero es mantener una actitud calmada y no alarmista, en muchas ocasiones, detectamos conductas o situaciones que identificamos con los síntomas comentados. En esos casos, es normal que nos preocupemos y lo mejor, siempre es consultar con un especialista que nos pueda orientar. ¿Cómo? Lo primero es ponerse en contacto con un profesional, puede ser en el colegio, nuestro médico de cabecera o un psicólogo especializado que pueda orientarnos. Los diagnósticos son procesos delicados que deben realizarse con profesionalidad y con el objetivo de comprender qué sucede y buscar soluciones. A menudo, llevan tiempo y, dependiendo de la edad del niño (sobre todo en edades tempranas) puede ser difícil asegurar al 100% el diagnóstico final. Lo más importante en estos casos será poder trabajar para disminuir o paliar las dificultades que se presentan en cada caso, así como realizar un seguimiento y una coordinación constante entre profesionales, familia y centro educativo.

¿Cómo pueden las terapias ser efectivas y ayudar?

Dependiendo de cada caso y las necesidades detectadas, los objetivos de la intervención variarán. Así mismo, dichos objetivos no tienen porque ser estables en el tiempo, sino que podrán aumentar su complejidad una vez estén adquiridos o modificarse según las demandas del momento. En la mayoría de ocasiones, se requiere de una intervención multidisciplinar.

A rasgos generales, la intervención:

  • Debe iniciarse lo más pronto posible, incluso aunque el diagnóstico no esté claro.
  • A cualquier edad, es imprescindible que la intervención sea coordinada, tanto con la familia como con el centro escolar y con los otros profesionales que puedan atender al menor.
  • A ser posible, realizarla en los entornos naturales del menor.
  • Debe ser global, aplicando las mismas pautas y estrategias en todos los entornos para así facilitar su generalización.

Así mismo, podemos diferenciar entre diferentes tipos de intervención, según el momento en que se inicia y según el área. En este caso, hablaremos de las intervenciones que llevamos a cabo en nuestros centros de Coruña y Oleiros, que son: intervención temprana, logopedia, psicología y psicopedagogía.

Desde la atención temprana, los objetivos de la intervención se basarán en la reducción de la distancia entre la edad cronológica del niño y su edad de desarrollo. Es decir, si tenemos a un niño de 3 años que no hace juego simbólico, nuestro objetivo a plantear será desarrollar esa habilidad y las habilidades previas necesarias, por ejemplo, la imitación (aspecto que tendría que estar adquirido desde antes de los 14 meses).

Es decir, el objetivo estará orientado a la estimulación de las áreas de desarrollo afectadas, que pueden ser: imitación, comunicación, lenguaje, competencias sociales, habilidades motoras y cognitivas, etc. y que van a depender siempre de cada persona y de la evaluación de sus necesidades.

Además, se busca favorecer las rutinas sociales, buscando dinámicas y tareas que sean del interés del niño y que promuevan la interacción con el adulto e iguales.

Así, el juego suele ser el centro de la intervención, ya que suscita el interés del niño y facilita repetir una y otra vez tareas que de otra manera no sería posible.

Con niños pequeños, es imprescindible hacer una intervención estructurada y predecible para el niño, teniendo siempre en cuenta sus posibilidades intelectuales. La estructura debe adaptarse, en la medida de lo posible, en casa y en la escuela. La utilización de estructuras con apoyos visuales y recompensas sencillas facilita a cualquier niño pequeño la comprensión de lo que se espera de él.

También va a facilitar la comunicación y comprensión de aquellos niños con dificultades en el lenguaje. Cuando no hay lenguaje oral, es importante implementar un sistema de comunicación alternativa como pueden ser los PECS, es decir, el intercambio de imágenes para conseguir o comunicar algo.

Este sistema es visual, lo que suele facilitar su comprensión y estructuración. El uso de este sistema no implica que luego no se pueda alcanzar un lenguaje oral, al contrario, lo facilita.

Desde el área de psicología, se trabajan aspectos relacionados con la identificación y gestión emocional, la empatía y las habilidades sociales. Así como el aumento de la tolerancia a la frustración y la adaptación a los cambios. También se trabajan las funciones ejecutivas, y si hay, las dificultades de aprendizaje asociadas.

Así mismo, se trabajará la autoestima y las dificultades emocionales asociadas ya que el TEA puede conllevar trastornos comórbidos como trastornos del estado de ánimo y trastornos de ansiedad.

¿Cómo podemos ayudar desde casa?

Igual que la intervención profesional, lo que podemos hacer dependerá del caso y de las necesidades del niño.

A rasgos generales, es importante facilitar la interacción social.

Algo que podemos hacer también es intentar mantener entornos predecibles y anticipar los cambios. Ayuda también en este sentido el uso de agendas visuales.

Para la mejora y asentamiento de las conductas es positivo utilizar reforzadores, como elogios, sonrisas, tiempo en familia o refuerzos materiales.

Así mismo, no debemos olvidar trabajar en la zona de desarrollo próximo, es decir planteando objetivos que todavía no estén adquiridos pero que sean alcanzables para el niño.

Es importante también tener en cuenta que aunque nosotros nos adaptaremos a las necesidades del niño, la idea es que el menor pueda adaptarse poco a poco al mundo, sin forzarlo pero buscando encontrar dicha adaptación.

La mejor garantía de éxito es dejarse asesorar, mantener una actitud calmada y positiva en la que pongamos el foco en ir avanzando pasito a pasito y trabajar de manera coordinada entre la familia y todos los profesionales que rodean al niño.